Antes de empezar, voy hacer una pequeña recomendación para entender con mayor facilidad la publicación que hoy nos reúne, y es la visitar este otro articulo anterior,
"una calle muy larga", pues ambos van directamente relacionados.
Sin más preámbulos, vamos a sumergirnos en la Sevilla de finales del XIX, principios del XX, donde nos encontraremos con una ciudad que guarda aún parte de esa originalidad que la hizo tan popular en el resto de Europa...
¡Que estampa!, independientemente de la belleza del entorno, fijémonos en los detalles, desde esos hermosos adoquines, hoy arrancados y vendidos en gran parte a los Países Bajos, como también el de ese niño que acompaña al padre vigilando la burros que van con las alforjas llenas de patatas y legumbres que van a vender casa por casa. Otro hermoso y curioso detalle lo tenemos en la parte media-izquierda de la imagen...
Es un urinario público, de los muchos que había por aquel entonces en Sevilla, y como intuimos por las piernas que se ven asomando bajo las pantallas de protección...estaba ocupado en ese momento.
Bueno, para el que todavía no haya caído en la cuenta, estamos entrando en la Plaza Virgen de los Reyes, pues como bien ven al fondo, tenemos el hermoso Palacio Arzobispal...
Y justo a la derecha de la imagen, tenemos el motivo por el que estamos hoy tod@s aquí reunidos, son los edificios que daban entrada a la antigua
Calle borceniguería, hoy Calle Mateos Gago, y que fueron derribados para el ensanche de principios del siglo XX, coincidiendo con los preparativos de la Exposición Iberoamericana de 1929...
El título de hoy dice, "más que un ensanche, un despropósito", y ustedes diréis, ¡que exagerado", pero es que para mí nunca tendrá sentido el derribo de todo un caserío del siglo 17 y 18, excusando el acto en que, el trazado de la calle era demasiado sinuoso y tortuoso, motivo por el cual entonces, se tendría que haber derribado toda la Judería y el 90% de la ciudad que restaba por ende, haber exiliado a todos los sevillan@s al desierto de Almería, que allí seguro que pasaban los coches sin problemas por cualquier sitio.
Esta sería la vista del derribo de estas casas, desde la Calle Mateos Gago, y pensemos que toda esta demolición se llevó lo mejor del caserío del siglos 17,18 y 19...
La vista que proporciona esta imagen es fantasmal y apocalíptica, pero no nos da la dimensión del ensanche hasta que no la comparamos con la actualidad...
Sigo sin comprender porque estamos acostumbrados, o más bien nos han acostumbrados a denominar por "Plazas" a meros ensanches de calles que no están dotados de nada, de lo que comúnmente podamos encontrar en una Plaza al uso de cualquier otra ciudad...
Esto no lo digo tan solo por esta Plaza de Virgen de los Reyes, sino también por otras como la Plaza de San Francisco o la Plaza del Salvador, lugares exentos totalmente de arbolado de sombra, en estos dos últimos casos que cito, ni siquiera están adecuados con un pavimento que las diferencie del resto del viario del tráfico rodado, y todas ellas invadidas por el tráfico de vehículos durante 24 horas los 365 días del año. No son Plazas de esparcimiento, ni de un disfrute de arbolado que cobije, un parterre que contenga alguna flor o en algunas de ellas no tienen ni siguiera mobiliario urbano que dé descanso al sevillano o al turista que tanto dinero nos deja en nuestras carteras. En fin, no se quien tiene que reflexionar sobre esto, pero lo que sí puedo afirmar, es que las ciudades están hechas para que se habiten y para eso tienen que estar dotadas de todo aquello que facilite y haga más cómoda la vida a todo aquel que la visita, porque no todo el descanso puede ser a base de cartera en el velador de un bar.
Universidad de Sevilla
Gínes Lopez de Aguilar
Julio Martines Trujillo