¡Que estampa!, tenemos a ese joven camino del colegio con su chaqueta larga y su maleta de piel viendo atentamente cómo los operarios de Correos recogen la "saca" con las cartas de de ese dia...
¡A lo que vamos!, imaginense con su carta en mano dirección a la Plaza del Duque, no a la que conocemos ahora, sino a esta que vemos rodeada de Palacios y Hoteles donde la catarsis que nos produce la majestuosidad del Palacio de Sanchez Dalp, no nos deja atinar con la ranura donde tenemos que introducir el sobre...
Vamos caminando tranquilos, disfrutando del ese recado que nos ha llevado hoy hasta tan hermoso lugar, saboreando el pisar sobre esos adoquines puestos con una geometría que ni el puntero láser más avanzado de este siglo es capaz de superar. Al fondo de la Plaza, tras las palmeras y plataneros, podemos atisbar la silueta del Hermoso Hotel Venecia, aquel que con unos inimitables balcones acristalados fuera testigo mudo de tantas Semanas Santas...
Pero claro, llegó el progreso, y no solo se llevó por delante este y otros buzones, también se llevó los adoquines, palacios y hoteles, en resumen toda la historia de una de las plazas más bellas que tuviera Sevilla y en su lugar nos quedamos con "esto"...
Ya sea por los taxistas que allí trabajan o por los sevillanos y turistas que tenemos que atravesar aquel desmán, podrían nuestros gobernantes haceros el favor de levantar ese manto de alquitrán y volver a descubrir los adoquines que allí yacen, al menos ganariamos en temperatura, estetica y respeto, sí respeto a Sevilla y su piel, que son esos adoquines.
Maria Manzano Cubierta
ABC
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